Ha transcurrido casi un año desde el inicio del ‘Estado de alarma’, que mantuvo al país paralizado durante tres meses. Solo gracias a los sectores esenciales, como es el caso del transporte de mercancías por carretera, y a su compromiso de servir a la sociedad, se garantizó el correcto funcionamiento de la cadena de suministro para atender las necesidades sanitarias (la última de todas, la vacuna) y alimentarias de la población.
Durante el último año, los profesionales del transporte, especialmente los conductores, han padecido una situación límite de riesgo al contagio de la Covid-19, debido a su gran movilidad. La exposición al virus se incrementa aún más, por la exigencia de los cargadores a que nuestros conductores realicen labores que no les corresponden, como la carga y descarga de mercancías. Estas situaciones multiplican el peligro de contagios, puesto que el conductor se ve obligado constantemente a bajarse de la cabina de su vehículo y acceder a diferentes almacenes e instalaciones.
Si ser transportista supone una amenaza potencial para la salud, este hecho se agrava en el transporte internacional, con el riesgo añadido de poder extender en nuestro país nuevas cepas que preocupan porque suponen mayor riesgo de transmisión.
Además, cada vez son más los países europeos que imponen nuevos requisitos a los profesionales del transporte y que implican retrasos y esperas que entorpecen la actividad de nuestras empresas.
En consecuencia, si el transporte es considerado como esencial, también debe serlo para la vacunación. Desde la Confederación Española de Transporte de Mercancías (CETM) jamás se ha pretendido ocupar el primer puesto en el protocolo establecido por el Gobierno, pero es justo que nuestros conductores estén integrados como un grupo prioritario en la primera etapa de la vacunación. Así se lo hemos hecho saber a la Ministra de Sanidad hace más de un mes, de quien no hemos obtenido respuesta alguna.
El transporte y el suministro de bienes de primera necesidad forman un tándem que asegura el bienestar y contribuye a la salud de nuestros conciudadanos. Por ejemplo, no podemos arriesgarnos a que los conductores se contagien y se rompa la cadena de suministro de la vacuna, porque es nuestra última esperanza para salvar vidas y empresas. Por eso necesitamos una respuesta clara y urgente del Gobierno para que nuestros conductores puedan continuar con su trabajo. Su riesgo también es el nuestro.