Primero fueron las mascarillas y, ahora, los guantes. Sin estos dos complementos de seguridad personal, cada vez son más los cargadores que rechazan la entrada a sus plataformas de distribución a nuestros conductores. Quieren que vayan bien protegidos porque les obligan a realizar las labores de carga y descarga de los vehículos que conducen y no quieren que les puedan dejar también algún contagio. Es humillante.
Conseguir las tan ansiadas mascarillas no ha sido fácil. Ha tenido que ser el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana quien las repartiera, ante imposibilidad de encontrarlas en farmacias y otros centros. Lo mismo que ocurre ahora mismo con los guantes, que se han convertido en un codiciado objeto de deseo por el que, los pocos que tienen la suerte de encontrarlos, se ven obligados a pagar hasta diez veces su valor, si quieren adquirirlos.
En su día, el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, recomendó que “se evite que el conductor baje del vehículo o que participe en las labores de carga y descarga”, una sugerencia que también ha realizado la Comisión Europea. No podemos estar más de acuerdo con estas observaciones, porque constituyen una vieja y legítima aspiración del sector.
Realizar las labores de carga y descarga, por parte del conductor, no es una obligación que, por cierto, no figura en reglamento o norma alguna. Es, simplemente, un acto de prepotencia de los cargadores, la parte más fuerte de la cadena de suministro, quienes con total desvergüenza abusan de su posición de dominio. Es ésta una actitud absolutamente indeseable e indigna que se agrava en estos momentos en los que se pone en máximo riesgo la salud de nuestros conductores.
Es cierto. Muchos de nuestros conductores no utilizan guantes, bien porque han destrozado los que tenían haciendo una labor que no les corresponde o porque les ha sido totalmente imposible encontrarlos. Nadie es tan simple como para no querer contar con esta medida de protección.
Exigimos a la Administración, y más concretamente al MITMA, que promulgue un Real Decreto que, de una vez por todas, elimine de raíz esta exigencia de los cargadores.
Si a nuestros conductores se les sigue exigiendo participar en las labores de carga y descarga y además se les rechaza por no llevar guantes, acabaremos por impedirles realizar su labor, que no es otra que la de conducir y transportar las mercancías, y la cadena de suministro se romperá irremediablemente. Y no seremos nosotros, los transportistas, los culpables del posible desabastecimiento de medicamentos y suministros de primera necesidad que pueda producirse.
Lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo. El transporte lo está dando todo, en primera línea de contagio, después de los sanitarios, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y otras entidades, pero no se puede presionar tanto y de tan mala manera, a riesgo de que todos suframos las consecuencias.