Después de la tempestad, en este caso la del paro del transporte, no siempre llega la calma, porque la situación no invita ni a relajarse ni a calmarse. Aunque la subida desorbitada del gasóleo se ha detenido, incluso con una leve corrección a la baja, y algunas de las principales medidas de los acuerdos con el MITMA ya se están aplicando, como el descuento de los 20 céntimos por litro de combustible, la situación no invita al optimismo. El 2022 se planteaba como el gran año de la economía española en el que se iba a alcanzar el pico de crecimiento pospandémico, pero debido a la guerra de Ucrania y a la crisis energética que estamos a travesando a nivel global, no hemos hecho más que agotar el primer trimestre y los expertos ya han corregido a la baja la previsión de crecimiento del PIB en España al 4,8%, por lo que en este año todavía no se habrá recuperado todo lo perdido en la pandemia. Y ello en un escenario de total incertidumbre respecto a la evolución de los precios de la energía, con opiniones para todos los gustos, desde los que piensan que bajará el precio del combustible hasta los que opinan que en breve habrá otro repunte del barril brent hasta los 130 dólares.

Y en este escenario al transporte de mercancías por carretera se le suma el problema de la escasez de conductores, de las políticas medioambientales, de las retenciones kilométricas en los pasos fronterizos del Reino Unido y de la competencia desleal. Lo que sorprende es que ante este panorama, según el último Observatorio de Mercado del Transporte de Mercancías por Carretera publicado por el MITMA en el mes de marzo, se ha incrementado en el último año el número de vehículos de servicio público de mercancías en un 3,07 % (un 4% los pesados y un 0,96% los ligeros), se han incrementado también el número de empresas hasta las 105.902 de las 104.424 que había hace un año (en total 1.478 nuevas empresas, lo que supone un incremento del 1,41%), siendo el 59,9% de las empresas de un solo vehículo, si bien tan sólo el 12,4% del total de los vehículos autorizados pertenecen a estas empresas de un sólo vehículo, habiéndose incrementado también la media de vehículos por empresa hasta 4,41 en el caso de los pesados. Y digo que sorprenden estos datos porque el sector, a pesar de los momentos tan difíciles y complicados por los que ha atravesado en el último año, y lo que le queda por pasar, sigue creciendo, y no lo ha dejado de hacer ni siquiera durante el año de la pandemia.

Sin lugar a dudas creo que a este crecimiento del número de empresas ha ayudado la desaparición de los requisitos de acceso al mercado del número mínimo de flota, primero, y de la antigüedad de los vehículos, después, dejando un sector prácticamente liberalizado, con el único condicionante de la competencia profesional, y sólo para el pesado. Este crecimiento artificial que no va acompañado de rentabilidad, y como mejor ejemplo tenemos la situación de conflicto vivida en el pasado mes de marzo, nos tiene que hacer recapacitar sobre el modelo de empresa que queremos para el sector, por un lado un modelo basado en la externalización del servicio (“que lo haga otro”) generándose así excesivas cadenas de subcontratación y acabando en muchas ocasiones prestando el servicio un transportista efectivo de reducida dimensión empresarial y con escaso margen de rentabilidad, o por otro lado el basado en la prestación del servicio con medios propios, con un crecimiento interno ajustado a la situación de mercado que hará empresas con mayor capacidad de rentabilidad, y ello redundará en unas mejores condiciones laborales de los conductores, invirtiendo así la tendencia de la imagen de la profesión, dignificándola y haciéndola más atractiva. Tenemos mucho trabajo por delante.

 

 Artículo Jorge Somoza